Nombre Completo: Alucard (Su nombre humano fué Adrien de Cormier)
Especie: Vampiro
Fecha de Nacimiento: 05/03/1160
Fecha de transformación: 23/11/1185
Lugar de Origen: Jerusalem
Descripción fisica: Tiene el pelo plateado y los ojos color miel. Suele ir vestido bastante elegante, siempre de traje, aunque entre sus hermanos de raza prefiere ir con ropas algo más antiguas ya que se siente más cómodo con ellas. Tiene el porte de un noble, aunque no su altivez. Gracias a su inmortalidad es extremadamente hermoso a ojos humanos y su piel a ido tomando a lo largo de los años el tacto del mármol blanco.
Descripción psicologica: Alucard es una persona racional y extremadamente paciente. Hasta ahora, nadie le ha llegado a ver tenso y por lo general es bastante metódico en todo lo que hace. En los debates, tanto con humanos como con vampiros, suele guardar silencio, pues no le gusta sacar a relucir sus ideas, pero da su opinión cuando cree que es imprescindible. Cuando habla, procura hacerlo lentamente, dejando que sus pensamientos fluyan como un río de aguas tranquilas y le molesta que otros vampiros hablen a toda velocidad, aunque jamás lo demuestra salvo con comentarios corteses.
Talentos especiales: "Quicksilver". Alucard es capaz de desarrollar una velocidad extrema cercana a la de la luz que escapa incluso a los ojos de los vampiros.
Ocupación: Actualmente ninguna hasta que encuentre aquello que le falta. En el futuro le gustaría tener su propia libreria, ya que ama la lectura y le encantaría compartirla con los demás.
Familia: Lo único a lo que podría llamar familia realmente sería a su creador, pero él mismo le mató hace muchos años.
Historia personal: Nací......
Vaya......hace ya tanto tiempo de eso.....
¡Oh, perdón! Me había sumido en la nostalgia. Lo cierto es que nací allá por el año 1160 en la Tierra Santa por excelencia: Jerusalem.
Por aquel entonces, los ejércitos de "Al-Nāsir Salāh ad-Dīn Yūsuf ibn Ayyūb", más conocido como Saladino, presionaban con saña Jerusalem en un fustigante intento de reconquistarla de las manos del rey cristiano Balduino IV "el leproso".
Mi padre era un caballero de bajo rango en el ejército cristiano y perdió la vida en la Batalla del Vado de Jacobo en 1179. Por aquel entonces yo contaba con 19 años de vida y 15 de adiestramiento en las artes del caballero que básicamente se reducían a tres: cultura, guerra y contabilidad. Dios me había dotado de una velocidad, tanto al correr como para cualquier movimiento, portentosa cuanto menos; podía blandir la espada a una velocidad que los más nobles de corazón definieron como "divina" y los más envidiosos como "endiablada"; incluso en una ocasión, y desmayándome después debido al cansancio, había conseguido alcanzar a un caballo desbocado que llevaba a un anciano noble a su lomo y detenerlo.
En el 1185, y tras haberme ganado cierto renombre entre las filas enemigas, mi vida (al igual que la del rey más honrado y más peligroso estratega) tocó a su fin. El rey Balduino murió debido a la lepra y el latigazo que ello supuso a la moral de toda Jerusalem no se podría describir con palabras. A partir de aquél fatídico día solía quedarme las noches en vela, sentado en el balcón de mi alcoba, observando el cielo estrellado y preguntándome si nuestro bien amado rey nos estaría observando en las alturas.
Fue una de esas noches cuando apareció el monstruo demoníaco que acabó con mi vida....Dijo que se llamaba Jabberwock, aunque dudo que en el mundo humano exista un nombre así. Apareció de la nada, con una risa cascada, irónica y siniestra que me dejó totalmente paralizado. Se sentó con toda naturalidad a mi lado y, cuando un jirón de nubes se apartó de la luna, pude ver su aterradora cara. Una belleza semejante no podía ser de este mundo, pero esa belleza desaparecía al llegar a aquellos intensos ojos rojos...
- ¡Oh, por favor! No iréis a decirme que me teneis miedo, ¿verdad? Moví los labios y efectivamente fuí a responder algo, pero me interrumpió antes de que ningún sonido saliese de mi garganta.
- ¡Callaos! ¡No lo digais! Estoy.......harrrrto......de la hipocresía de este mundo. Su voz fluctuaba entre un tono meloso-irónico que resultaba en extremo desagradable y una voz cascada de ultratumba que se me antojaba terrorífica.
- Miraos....tan "orgullosos" de vuestra "santa cruzada"... Se relamió los labios y, al volver a juntarlos, produjo un sonido harto desagradable que me provocó nauseas. De pronto su tono de voz tomó un tinte agradable, casi casual, y melodioso.
- Vereis, yo lo veo así. No importa que se aniquile despiadadamente a cientos y cientos de personas en una guerra, ya que "entra dentro de lo previsto". ¿Han muerto mil sarracenos? ¡Tanto mejor! En cambio.....¿qué ocurre si muere un rey por una enfermedad? ¿Qué pasa si de repente mueren unos cuantos caballeros en un incendio provocado por un simple rayo? Que surge el Caos. El extraño demonio se inclinó hacia mí, atravesándome con esos ojos que parecían carbones encendidos.
- Soisss....unos hipócritas y.....unos neciosss. Y por ello.....hedecididoabrirtelosojosalmundo. Había hablado tan súmamente rápido de pronto que casi se me escapa el significado de sus palabras. Con una risa macabra saltó sobre mí. No se cómo lo hice para esquivarle y correr hacia el interior de mi alcoba, pero me siguió, aún riéndose, como si toda esa locura no fuera más que un juego para él. Cogí mi espada y la interpuse entre los dos, dispuesto a luchar hasta la muerte. Este gesto pareció divertirle aún más y, por increible que parezca, se lanzó irreflexivamente contra la espada, siendo atravesado por ella en un costado y quedando su cabeza colgando, como si estuviese muerto. De pronto, su cabeza se movió, veloz como el rayo, al igual que sus manos, en un gesto que no pude ver. Lo siguiente que supe es que estaba tirado en el suelo, mi espada rota, y algo me ardía en el cuello, extendiéndose lentamente a todo mi cuerpo..........................
¡Vaya! Lo siento, pero las imágenes están algo borrosas ahí. Tan sólo recuerdo la tremenda agonía que la ponzoña (ahora lo se) me estaba produciendo así que, si no teneis inconveniente, pasaré a mis primeros años como vampiro y esclavo del ser más repulsivo y monstruoso que jamás haya conocido.
Mi primer año como neófito lo pasé encerrado en una celda de piedra, quien sabe en que parte del mundo, pues para cuando desperté como vampiro ya estaba encerrado ahí dentro. Fue un año agónico en el que no se me permitió alimentarme. La sed me ardía por dentro, cegaba mi juicio y me hacía obviar cualquier otra cosa....
Para cuando Jabberwock me sacó de allí, con gesto alegre y divertido, estaba tan desgastado mentalmente que era incapaz de moverme. Ese monstruo me alimentó, me enseñó a cazar humanos y a sobrevivir. Una vez sabía lo básico, me usó de presa para diversión suya: se dedicaba a cazarme y, una vez me atrapaba, me arrancaba brazos y piernas y me torturaba físicamente para después dejar que me recuperase y comenzar de nuevo su "juego".
Mis cuatro primeros años fueron una rutina a la que jamás me llegué a acostumbrar. Una noche, mientras salía de caza en busca de algún humano, observé un caballo desbocado que recorría la campiña y recordé vagamente mi ya extinta vida humana. Con una sonrisa nostálgica, me lancé a la carrera para alcanzar al caballo. El pobre animal, asustado de mí, cambió de dirección. Me detuve un instante, observando la belleza que destilaba el animal al galope y recordando aquella vez que alcancé a un caballo desbocado en Jerusalem, y descubrí con asombro que jamás había probado los límites de mi nueva existencia. Estaba tan ocupado intentando huir de mi creador que jamás me había planteado el dar media vuelta y enfrentarme a él. Una férrea determinación invadió mi mente y mi cuerpo como un bálsame. Me alimenté del caballo, a pesar de no tener el mismo delicioso sabor que la sangre humana, y recordé los tiempos en los que me adiestraron para el combate. Aún recordaba las bases, aunque ahora ya no había espada que pudiese servir conmigo o contra mí. Tendría que valerme de mis propias manos.........y así lo haría o moriría en el intento.
Y por fin comenzó la última caza. Comencé a correr y al rato le oí ponerse en marcha, dando inicio a la persecución. Poco a poco fui forzando la velocidad, hasta que observé que él no era capaz de ir más rápido y me sorprendí al ver que no estaba usando ni la cuarta parte de mi potencial. Me detuve en seco y me giré, determinado a acabar con esto. Él se detuvo tambíen, a unos cuantos metros de distancia, desconcertado por el giro de los acontecimientos.
- ¡Ya no seré tu presa nunca más! ¡Ven para que pueda destruirte o sea destruido en el intento, monstruo! Jabberwock sonrió maniático y soltó una carcajada histérica.
- Así que el perro quiere morder la mano del amo.....¡En ese caso tendré que enseñarte modales.....niño! Con una mano de acero, jabberwock arrancó un árbol de sus raices y lo lanzó a un lado en un alarde de fuerza bruta. Me puse totalmente en tensión, mis sentidos alerta, preparado para la pelea. El monstruo se lanzó contra mí en lo que se me antojó una velocidad cercana a estar congelado. ¿Por qué iba tan lento? ¿Era otro de sus juegos? Esquivé su mano crispada en una garra con toda naturalidad y le propiné un puñetazo en la cara con todas mis fuerzas que le hizo salir volando varios metros. ¿Por qué se había dejado golpear así? Mi incredulidad habría sido mejor compañera de su rostro, que rápidamente cambió a un gesto de furia desmedida.
- ¡¡Cómo has hecho eso!! ¡¡Cómo te has movido así!! En aquel momento no entendí el significado de sus palabras pero a lo largo de la pelea fui tomando conciencia de que en realidad él no se estaba moviendo lentamente, sino que era yo quien se movía increiblemente rápido. Una vez consciente de ese hecho, pasé definitivamente al ataque y terminé arrancándole la cabeza de un mordisco. Tal como me había enseñado él mismo, le despiecé rápidamente y quemé los trozos. Viendo las llamas, una sensación de alivio me desbordó, provocando que en medio de la nada alzase la cabeza en un grito desgarrado que aún hoy no estoy seguro de si fue de victoria por haber recuperado la libertad o de mortificación por aquello en lo que me había convertido.
Pasaron los años y me dediqué a vagar por el mundo. Consciente de mi propia inmortalidad y de mi increible velocidad, fui adquiriendo conocimientos mientras el mundo iba cambiando. Las cruzadas terminaron y, con el paso del tiempo, se convirtieron en historia antigua. El mundo evolucionaba a pasos agigantados mientras yo me dedicaba a ser un mero observador, un nómada ávido de saber. Estudié medicina, química, filosofía, física, matemáticas.......Aprendí español, alemán, inglés, chino, japonés........Sin embargo, nunca me encontraba satisfecho. Por aquel entonces pensaba que se debía a mi alimentación. Había dejado de cazar humanos y me dedicaba a los animales, lo cual no me dejaba del todo satisfecho pero era preferible a ser un monstruo como mi creador. Llegó un momento que el aroma de la sangre humana prácticamente había perdido significado para mí y pude mezclarme en la sociedad. Fui viajando de un lado para otro, disfrutando de la vida entre humanos, haciendo las delicias de las jóvenes casamenteras (y de algunas no tan jóvenes) y soportando la mancha que existía en mi alma, la sensación de que estaba incompleto.
Un día, correría el año de 1890, finalmente lo entendí tras encontrarme con un clan de vampiros que me ofrecieron amablemente alojamiento en lo que parecía ser una residencia estable en Londres. Me sorprendió sentir cierta envidia, a pesar de que era un clan más bien joven. El patriarca no tendría más de 120 años y ninguno entendía mi negativa a beber sangre humana, pero a pesar de ello su hospitalidad fue impecable. Fue esa calidez, esa compañía de otros de mi misma especie, lo que me hizo abrir los ojos. La solución era tan simple que me dió un ataque de risa. ¡Lo único que me ocurría era que me sentía solo! Tras despedirme de aquel clan, continué mi viaje, con un nuevo objetivo en mente y más alegría de la que había sentido en toda mi existencia como inmortal.
Tras recorrer parte de Europa sin encontrar ningún compañero que me satisfaciera, ya que todos habían aceptado su naturaleza y eran cazadores de hombres, decidí probar suerte en América.
Finalmente y tras varios años deambulando por el país y conociendo a diversos ejemplares de mi propia especie he llegado a un curioso pueblecito llamado Forks. Tal vez sea el hecho de que haya vampiros viviendo como si fuesen humanos, tal vez sean los licántropos con los que medio conviven o tal vez sea la perfecta mascarada que mantienen ante los anodinos ojos de unos humanos que no ven o no quieren ver la quizás terrorífica realidad que les rodea, pero he decidido estar una temporada por los alrededores y descansar de mi, todavía infructuosa, búsqueda.
Imagen:
- Spoiler: